Extraño día el de hoy.
En esto que estaba yo extrañamente lúcida con tan sólo tres horas de sueño sentada frente al ordenador. Mientras, pensamientos autodestructivos revoloteaban por mi mente, en la que se entremezclaban un crisol de sensaciones, desde la más trágica nostalgia hasta la euforia más salvaje. Un conflicto emocional de tercer grado que se alimentaba con cada pensamiento delirante, con cada "¿Por qué?" gritado a la nada y, por supuesto, sin respuesta alguna.
Sentía como las paredes se aproximaban la una a la otra como si de amantes desesperados se tratase, y así quedaba yo en medio apenas con aire para respirar.... Salté entonces de mi asiento y aterricé en el pleno infierno de la calle a las 6 de la tarde.
Junto con Anita, salimos en busca de una Cartulina Negra tamaño A3. Tras pasar por unos 20 duros (Todo a 1€, ahora) y varias papelerías en vano, el conflicto degeneró en una forma comparable al "pavo" común en la adolescencia, acompañado de una mueca de abatimiento y una sensación de ansiedad.
Como vía de evasión decidimos, así pues, encaminarnos en un largo paseo bajo las llamas del cielo hacia el Carrefour del barrio. El gran pateo no nos importaba mucho, en realidad, las dos lo necesitábamos.
Y así marchábamos burlándonos cómicamente de nuestras desdichas, medio mareada y con pesadez mental, cuando junto a la desoladora obra del Centro Comercial en proceso descubrí que nadie había en la ardiente calle tan solo nosotras dos y nuestros tambaleos.
Pero en un momento giré la cabeza y de reojo vi un ser que nos seguía ya desde lejos y que nos iba ganando terreno.
Sería un individuo de unos 28-29 años, de baja estatura, vestía chandal y camiseta de Atlético de Madrid, y su cara, más bien su cabeza íntegra tenía un aterrador parentesco con William "Wild Bill" Wharton, el asesino de las niñas en la milla verde.
Su mirada delirante, la posición torcida de su boca, sus andares impetuosos hacia nosotras confirmaban la naturaleza de este psicópata callejero.
Al vernos solas en la calle con ese tio, aminoré el paso con la intención de que me adelantase, pero no lo hizo. Siguió andando a mi lado, a mi ritmo, sin parar de mirarme.
Al fin balbuceó palabras que pobremente pude entender como: "¿Seguis pa'lante?".
Viendo su intención de intentar acompañarnos, y aunque nuestra ruta seguía recto y hacia delante, evité afirmarle. Así cuando ví una parada de autobús, nos paramos simulando esperarlo.
Al ver esto el tio dio un rodeo, y se quedo con nosotras en la parada esperando el autobús.
Se quedó como en trance, con la boca semiabierta que vertía gotas de saliva, mirándonos de arriba a abajo, desnudándonos y violándonos con la mirada.
-"¿Tienes novio?" me dijo. Yo mentí, y fríamente y con talante soberbio dije: "Si"
Entonces se giró a mi amiga haciendole con la mirada la misma pregunta, al oscilar ésta el individuo la cogió por la barbilla y ya en ese instante mi amiga y yo nos miramos y comenzamos a andar. Sin dudarlo, el tio nos seguía, hasta que me agarró del hombro izquierdo y me tiró de la tiranta de la camiseta. Ahí si me paré en seco y le dije: "¿Que coño haces tocándome?".
Se quedó ahí pasmado, y poco a poco empezó a alejarse. Yo no paraba de seguirlo con la mirada, me gustaría haberle dicho algo más. Entoces ya el tio se escondió sin quitarnos ojo tras unos arbustos y .... (ya os imaginareis)
Esa tensión sumada al supercombo de sensaciones que se peleaban a muerte en mi cuerpo creó un caos en mi sistema operativo.
Tras lavarme la cara con agua en el baño del supermercado, surgieron de mi interior hondas carcajadas, que a la hora de salir se escurrian débiles y sin vida por mi boca, sumadas a míseras lágrimas saturadas de sal que dejaban escapar mis enrojecidos ojos.
Danzábamos entre la multitud, viendo así cara por cara de cada una de las personas.
Entré así en un estado de conciencia rayando en la ebriedad, sin consumo. Tambaleandome entre los estantes de juguetes, gritando ¡NO! en un micrófono color verde, metiendo la cabeza en el congelador de los helados, mi lengua estaba adormeciada y sentía que mi razón se desvanecía poco a poco.
La lógica y la capacidad de entendimiento y reflexión se diluían en una locura que se adentraba en mí. Algo no encaja, no lo entiendo, no lo puedo comprender.....¿Por qué?
A tal estado llegué que mi amiga me llevó a horcajadas a tomar un vaso de agua. Más relajadas, sentadas en una mesa, ayudándonos la una a la otra a ahogar las penas en nuestros respectivos vasos,... apareció ésta vez con andar lento y torpón el psicópata Billy, parecía estar buscándonos de nuevo. Y tan rápida como una bala se disparó mi adrenalina, a niveles tan altos que me causó paranoia y alucinaciones, veía su cara en todas las personas, veía camisetas rojiblancas por todas partes, y esa sonrisa maquiavélica.
Más tarde, tras tantear un rato nos tirámos al cesped de cara al cielo, que ya había vencido al fuego y sólo había celeste. Y otra vez traté de buscar el Por qué.
Sentía que me volvía loca, que una fuerza irracional se apoderaba de mi ser y me insultaba a mí misma por ser tan estúpida.
Ahora ya con más templanza, me pregunto hasta que punto puede llevar la indiferencia injustificada a una persona.
Esperemos que la próxima vez que escriba no sea desde el manicomio.
Es lo que tienen los rompecabezas abstractos, aun encajando todas las piezas no consigues descifrar su significado.
martes, julio 05, 2005
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