silencio

silencio
pero mis ojos gritan

martes, octubre 12, 2004

Tópicos de vida

Una cosa verdaderamente curiosa es que casi todas las personas cuando llegan a una cierta edad en la que empieza su madurez, necesitan encontrar y desarrollar su propio estilo, su propia forma de ver la vida. Naturalmente, para empezar siempre se tiende a seguir una línea concreta, se tienen unas ideas claras, lo que hay que hacer es fomentarlas; por lo que principalmente nos basamos en la personalidad de nuestros ídolos, tales sean cómo músicos, escritores o incluso filósofos. Por lo tanto el individuo apega a ser como ellos, no para calcarlos celosamente sino para tener algo en lo que apoyarse; para tener la quietud de que si él ahora adora a su ídolo bien por su identificación con él o por el simple gusto de su trabajo algún día alguien le apreciará por su interprétación de la música/escritos/teorías del ya dicho ídolo.

Pero, hay veces que encuentras una persona que llega a la perfección marcada por tí, una persona en la que valoras tanto su vestimenta, como su personalidad o su forma de moverse; podría decirse que es la viva imagen de ese ídolo al que tu tanto añorabas parecerte. Como es lógico, te interesas por sus gustos, intentas relacionarte con él, estimas tanto ese estilo propio que le caracteriza que ansías tenerlo como amigo. Lamentablemente por mucho que sepas y te atraiga ese estilo, a veces sucede la decepción de que nunca llegarás a ser tan impecable como esa persona, al ver como te ridiculizas con tus pobres comentarios frente al cuidado lenguaje de dicha persona.
Finalmente desistes, nunca lograrás ser una persona interesante, una persona con la cuál la gente se inquiete en hablar; es más te menosprecias y no intentas hablar con nadie por miedo a volver a humillarte.
Va pasando el tiempo, y te olvidas de esa obsesión por mostrar tus intereses, te limitas a escuchar música, ver películas, leer libros y vestir, todo a tu gusto sin dar explicaciones a nadie...
Hasta que un día hablas con una persona fuera del grupo de personas tan perfectas, y descubres en esta persona un elogio por tu forma de hablar, por tus gustos, por tu saber, por tu estilo propio, algo que tu veías vulgar y que nunca habías valorado, mientras te fijabas en las cualidades de los otros viendote a ti poca cosa comparado con ellos. Y es que sin darte cuenta poco a poco estabas culturizandote, desarrollando tu personalidad y tu obsesión por la perfección no te dejaba contemplarte.
Entonces te das cuenta de que esa persona que tu tanto admirabas a su vez se basaba en otra persona que era para él su ídolo, por ese mismo motivo te sentias tan humillante al hablar con él, porque para él esas cualidades que tu tanto marcabas en él no valían nada.
Lo que quiero exponer con esto es que cada uno somos diferentes, podemos parecernos más a una persona que a otra pero nunca podemos llegar a ser totalmente iguales, nos podemos basar en algunos tópicos pero no copiarlos exactamente porque nos estaríamos engañando, debemos coger de cada estilo lo que concuerde con nosotros formando así uno nuevo, propio, personal e intransferible...

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Por qué tener idolos? Sinceramente, el idolo de cada persona deberia ser ella misma. Con esto no quiero parecer egocentrico sino simplemente expresar que no hay que intentar llegar a ser sino que tienes que ser tu mismo y si a alguien le pareces aburrido o pesado pues que se vaya con los de su clase porque yo no voy a insistir como si en que le pareciera simpatico me fuera la vida. Cada uno debe ser como es y tenerse a si mismo como su idolo.